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Así es respondió con lentitud y suspicacia.
Sara Jacobs se esforzaba para controlar los nervios. Aquello era terrible.
¿En qué sección?
Impuestos.
De modo que te gustan los impuestos, ¿eh? intentó bromear.
Me gustaban. Ahora los odio.
Darby sonrió, como si aquello fuera lo más gracioso que había oído en mucho tiempo. Se sacó una
fotografía del bolsillo y se la ofreció a Laura Kaas. Le reconoces?
No.
Creo que trabaja como abogado en White & Blazevich.
Allí trabajan muchos abogados.
¿Estás segura?
Sí respondió, después de devolverle la foto . No salí nunca del quinto piso. Se necesitan años para
reconocer a todo el mundo y cambian de personal con mucha frecuencia. Ya sabes cómo son los abogados.
Laura miró a su alrededor y la conversación había concluido.
Te estoy muy agradecida dijo Darby.
Encantada respondió Laura, de camino hacia la puerta.
A las diez y media en punto, se reunieron de nuevo en la sala trescientos treinta y seis. Gray había
encontrado a Ellen Reinhart en la puerta de su casa, cuando se dirigía a clase. Había trabajado en la sección de
litigación, a las órdenes de un socio llamado Daniel O'Malley y había pasado la mayor parte del verano en un
juicio en Miami. Había estado ausente dos meses y había pasado muy poco tiempo en la oficina de Washington.
White & Blazevich tenía oficinas en cuatro ciudades, incluida Tampa. No reconoció a García y tenía prisa.
Judith Wilson no estaba en su casa, pero la chica con la que compartía el piso dijo que volvería a eso de la
una.
Tacharon los nombres de Maylor, Kaas y Reinhart. Confirmaron sus planes en un susurro y volvieron a
separarse. Gray fue en busca de Edward Linney, que según la lista había trabajado como pasante en White &
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Blazevich los dos últimos veranos. No estaba en la guía telefónica, pero vivía en Wesley Heights, al norte del
campus principal de Georgetown.
A las once menos cuarto, Darby deambulaba de nuevo frente al tablón de anuncios, a la espera de otro
milagro. Akers era varón y había diferentes formas de acercarse a él. Esperaba que estuviera donde se suponía
que debía estar, en la clase de Procedimiento criminal en el aula dos cero uno. Se acercó a la misma, las puertas
se abrieron, y una cincuentena de estudiantes salieron al pasillo. Nunca podría ser periodista. Era incapaz de
acercarse a un desconocido y formularle un montón de preguntas. Le resultaba incómodo y desagradable. No
obstante, se acercó a un joven de aspecto tímido, mirada triste y gafas, y le dijo:
Discúlpame. ¿Conoces por casualidad a Michael Akers? Creo que está en esta clase.
El muchacho sonrió. Era agradable que alguien se percatara de su existencia.
Es aquél respondió, mientras señalaba a un grupo de chicos que se dirigía a la puerta principal . El del
jersey gris.
Gracias dijo Darby y le dejó plantado.
El grupo se dispersó al salir del edificio y Akers permaneció en la acera con un amigo.
Señor Akers exclamó Darby.
Ambos volvieron la cabeza y sonrieron cuando ella se les acercaba.
¿Eres Michael Akers? preguntó.
Efectivamente. ¿Y tú quién eres?
Me llamo Sara Jacobs y estoy preparando un artículo para el Washington Post. ¿Puedo hablar contigo a
solas?
Desde luego.
Su amigo captó la indirecta y se retiró.
¿Sobre qué? preguntó Akers.
¿Trabajaste como pasante para White & Blazevich el verano pasado?
Sí respondió amablemente Akers.
Aquello le gustaba.
¿En qué sección?
Transacciones inmobiliarias. Terriblemente aburrido, pero era un trabajo. ¿Por qué te interesa?
¿Reconoces a este hombre? preguntó Darby, después de darle la fotografía . Trabaja para White &
Blazevich.
Akers quería reconocerle. Deseaba cooperar y mantener una larga conversación con ella, pero aquel rostro
no le decía nada.
Parece una foto bastante sospechosa, ¿verdad?
Supongo. ¿Le reconoces?
No. Nunca le he visto. Es un bufete muy grande. Los socios llevan etiquetas con su nombre cuando acuden
a una reunión. ¿No te parece increíble? Los propietarios de la empresa no se conocen entre sí. Debe haber un
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